Casi sin habernos conocido, casi sin haber podido disfrutar
de tu compañía al sol, casi sin haber tenido tiempo a vivir feliz… has tenido
que irte.
Con un nudo en la garganta y destrozados por haberte perdido
de esta manera, tenemos que despedirnos de ti.
Te salvaron hace unas semanas de la calle, Mercedes te
encontró de casualidad, te cogió sin dudarlo y te trajo hasta nosotros.
Fui a buscarte a la veterinaria y allí me encontré con una
muñequilla preciosa, con unos ojos azules tan brillantes como nunca había
visto.
Mona quise llamarte…
Al sentarme en casa contigo recordé a mi abuela Josefa. Ella
tuvo unos gatos siameses que la adoraban, siempre tenía uno en las piernas; aquellos
siameses nos miraban a todos por encima del hombro, pero la abuela para ellos
era su madre y la querían tanto como la quise yo. Así que en su honor pensé en
llamarte Mona, como una de aquellas preciosidades que dormía siempre sobre sus
piernas mientras mi abuela acariciaba sin descanso.
Ronroneaste hasta el último día, pero tu pequeño cuerpecillo
no pudo aguantar tanto. Tus ojazos ya no brillaban cuando te vi por última
vez y eso me asustó.
Hoy ya no nos queda más que asumir y llorar tu pérdida,
pequeñaja.
Todos quienes te conocimos y en especial Martín, que
compartió casa contigo, te recordaremos siempre, no lo dudes.
Almenos tuvo mimitos, pienso,calorcito .manitas que morder y arañar y mucho amor.Duele, pero almenos se fue felíz.Un abrazo muy fuerte!
ResponderEliminar